A causa de la actividad humana, el 50 % de las especies que habitan la biosfera podrían extinguirse para 2050. ¿Qué pasaría si se trabajara por resucitar algunos animales?
Colossal Biosciences parece una empresa sacada de una novela de Isaac Asimov, el maestro de la ciencia ficción. Con el financiamiento de agencias de inteligencia y empresas del sector privado, quieren resucitar animales que se extinguieron por la presión de la actividad humana. O, en su caso, ‘regresar a la vida’ a especies prehistóricas, tan grandes como mastodontes.
Así como su nombre, el tipo de proyectos que persigue esta compañía son colosales. Su valor principal es la de-extinción: «Combinando la ciencia de la genética con el negocio del descubrimiento, nos esforzamos por reactivar el latido del corazón ancestral de la naturaleza«, aseguran en su portal oficial. Sólo así, según plasman en su página introductoria,
«la humanidad se podrá hacer más humana«.
33,000 especies orilladas a la extinción al año
La intención de resucitar animales extintos viene de una preocupación ecológica y sistémica. Según los reportes de Colossal, al año, las actividades humanas presionan hasta la extinción a más de 33 mil especies diferentes. Esto se traduce a 150 especies diarias. A este paso, según las proyecciones de los científicos que colaboran con la empresa, el 50 % de las especies que habitan la biosfera se habrán extinto antes de 2050.
POR ELLO, EN SU MANIFIESTO PÚBLICO, COLOSSAL BUSCA «DESPERTAR LAS TIERRAS SALVAJES PÉRDIDAS DE LA TIERRA». DE MANERA QUE «NOSOTROS Y NUESTRO PLANETA PODAMOS RESPIRAR MEJOR».
Los esfuerzos ya comenzaron. De hecho, los investigadores están colaborando con la Universidad de Melbourne (Australia) para resucitar al tigre de Tasmania, que los colonizadores europeos cazaron hasta la aniquilación total. En aras de traerlo a la vida, usaron el feto de un ejemplar que quedó encapsulado en la institución.
Con la tecnología Crispr-Cas9, es muy posible que la especie deambule nuevamente sobre la superficie terrestre pronto, reporta la BBC. Aunque el material genético está en buenas condiciones, se ha degradado a lo largo de los años por la exposición a rayos UV y bacterias que descomponen el ADN.
Como la muestra es antigua, hay fragmentos de información que no podrán recuperarse. Sin embargo, esta tecnología está intentando darle la vuelta a la degradación y al daño producido naturalmente por el tiempo. «Encontramos el pariente vivo más cercano [al tigre de Tasmania], que era el dunnart«, resalta al medio Andrew Pask, genetista de Melbourne involucrado en la investigación.
¿A qué se refieren con resucitar, exactamente?
Los investigadores no piensan ‘resucitar’ literalmente a los animales extintos. A diferencia del Dr. Frankestein, el célebre personaje principal de la novela de Mary Shelly, los genetistas piensan tomar fragmentos del material genético de estas especies que los humanos llevamos a la extinción.
De esta manera, será posible insertar partes de esta información en el ADN de especies que existen en la actualidad. El proyecto está financiado, incluso, por la agencia de inteligencia de Estados Unidos —exactamente, la CIA—, de manera que mamuts, tigres de Tasmania y otras especies puedan deambular nuevamente en nuestro planeta.
De hecho, es imposible resucitar animales extintos en su forma literal. Así lo explica William Ausich, paleontólogo de la Universidad Estatal de Ohio: como el material genético es tan antiguo, el ejemplar resultante no pertenecería ni siquiera a la misma especie. Por el contrario, sería una especie de híbrido entre la especie anterior y las existentes en la actualidad.
Los científicos de Colossal están conscientes de que, tal vez, el material genético del tigre de Tasmania ni siquiera sea compatible con el dunnart. Esto llevaría a todos los esfuerzos al fracaso. La misión, sin embargo, se mantiene inamovible: compensar algo de la brutalidad expansionista de los seres humanos ‘trayendo a la vida’ a especies que se desvanecieron de la Tierra.
Los criterios sobre qué animales deberían de volver y cuáles no todavía se siguen debatiendo, reconoce Pask. En el ámbito genético —y sin un diálogo público abierto al respecto—, los parámetros éticos tienden a desdibujarse.